De modo que organizamos un brunch -ay, ay, ay, otra cosa que tampoco es de aquí, de toda la vida...- para decirle a Ana Fuente que compartíamos su felicidad por la llegada de Pedro, y para darle unos tesorillos. Como siempre, todo personalizado, a poder ser home made -uff, que me riñen...- y con mucho amor.
Empezamos comprando algunas cosas, como la vajilla de un uso, que es más práctica, las servilletas y el mantel; con los colores de esos complementos decoramos todo lo demás.
Para beber, zumo natural de naranja, té helado, zumo de tomate y cava y, como mandan los cánones del bruch -que los hay-, Bloody Mary. Y cerveza. Y vino; que, embarazada, sólo había una, y estamos en un barco pirata...
Para comer, ensalada de pasta, pulguitas variadas, canapés, brochetas de fruta, mousses y...
Tachán! Sí, no podían faltar las pastas de mantequilla!
Para terminar, una layer cake con fresas y buttercream de chocolate. A bordo sabemos que hay que estar preparados para los antojos de una embarazada...y de todas las demás!
Una vez disfrutadas las viandas, llegó la entrega, a los homenajeados -por algún asunto relacionado con que Pedro todavía no había nacido, tuvo que recogerlos la mamá en nombre de los dos-, de magníficos tesoros, llegados de los más recónditos mares del globo terráqueo. Un exitazo!
¿Así que esto tan americano y tan raro consistía en hacer una fiesta chula? Ya lo creo que nos apuntamos!
Una Princesa Pirata.